Al margen de la bondad o lo inevitable de las medidas y actuaciones que desde las instituciones de gobierno se están tomando para superar la crisis, lo que está absolutamente claro es que los mecanismos tradicionales para transmitir esta información a los mercados y a los ciudadanos no están a la altura de nuestras necesidades actuales como sociedad.
La información se traduce en estado de ánimo y en creación de expectativas que acaban condicionando el comportamiento en el marco económico.
No puede ser que a través de los formatos de comunicación tradicionales (medios de comunicación), la información que llega al ciudadano se constituya en una vertiginosa sucesión de destellos con impactos claramente negativos.
La información que recibimos pasivamente como ciudadanos agobiados por nuestros propios problemas diarios (muy agravados por la crisis) se podría resumir en una rápida sucesión de titulares (como consecuencia del exceso de información y comunicación) que podemos clasificar en dos grandes categorías:
Comunicación contradictoria:
No hay crisis. Si hay crisis. Aparecen brotes verdes. Los indicadores empeoran. El paro mejora. Estamos muy lejos de Grecia. Casi estamos como Grecia. No vamos a subir los impuestos. Subimos el iva. ...... y así sucesivamente.
Comunicación contraproducente:
El estado habilita una partida de créditos....a través de los bancos. Los bancos no dan crédito o lo dan con cuentagotas. Algunas instituciones financieras hacen públicos beneficios mareantes. Las mismas instituciones financieras reciben enormes créditos de los recursos públicos. Se congelan las pensiones. Se anuncia la subida de las tarifas eléctricas.
Evidentemente se trata de titulares cogidos al vuelo, sin orden ni coherencia, pero a nadie se le escapa que, dedicando el trabajo necesario, podríamos documentar una lista enorme y perfectamente estructurada y relacionada.
Con independencia de que muchas de estas medidas sean justas, justificadas o positivas, el impacto global de la información, tal y como la recibe diariamente el ciudadano es muy negativo y confuso, casi brutal.
¿Qué es lo que falla entonces? Obviamente la comunicación, entendida como la relación que debe establecerse en este escenario entre las instituciones y los ciudadanos.
La obligación de nuestros gobernantes no se limita exclusivamente a ejecutar las políticas adecuadas, tienen también la absoluta e inexcusable obligación de hacer comprensible su actuación al ciudadano. Un fallo en este punto es de extrema gravedad y pone en evidencia la falta de capacidad para superar los retos a los que ahora nos enfrentamos.
No estoy segura si las innovaciones que necesitamos son discursos de 4 horas (Castro), programas diarios de televisión (Chávez) o cualquier otra cosa.....pero necesitamos cambios en este punto, necesitamos innovar.