El tribunal supremo ha planteado recientemente la posible inconstitucionalidad de la nueva Ley del Cine, en concreto en lo referente a la obligación que plantea de que las televisiones privadas inviertan en la producción de películas.
Desde un punto de vista objetivo, se trata sin duda de una artículo claramente intervencionista, al regular de esta forma la gestión y las inversiones de empresas totalmente privadas.
En segundo término, cabe preguntarse que tiene de especial el sector económico de la producción cinematográfica para plantear esta pretensión de forma tan exclusiva.
¿Por qué no regular también las inversiones inmobiliarias de estas empresas o de otras empresas privadas? ¿El sector de la construcción no es tan importante como el de la producción cinematográfica? ¿Y el de las telecomunicaciones?
La nueva Ley del Cine ha estado rodeada de polémica desde su promulgación, también en referencia a aspectos que nos atañen especialmente a las mujeres.
La propia ley y el desarrollo posterior anunciado por el ministerio de Cultura, introduce elementos de discriminación positiva que beneficien a las mujeres por el solo hecho de serlo. Según los términos anunciados por el Director General del Cine, Ignasi Guardans, a igualdad de calidad, presupuesto y condiciones, las películas dirigidas por una mujer recibirán una subvención mayor..... , argumentando que esta actuación simplemente se corresponde con la Ley de Igualdad....
El lío es mayúsculo, como siempre que entramos en políticas que se rigen por estos términos: en nombre de la igualdad, las mujeres reciben una mayor subvención....
Esto no lo entiende nadie....¿es realmente este el camino para mejorar las cosas?
La propia Asociación de Mujeres Cineastas y de Medios Audiovisuales (CIMA) está en contra de estos criterios porque considera (muy razonablemente) que al beneficiar sus proyectos sobre el de los hombres, crea un “impacto negativo” y considera que la ley “está jurídicamente mal hecha, ya que propone medidas de acción de positiva muy equivocadas”.
Para usar un símil cinematográfico, esta visión del problema corresponde al cuento de Cenicienta. La protagonista, que es víctima de injustas discriminaciones, se convierte en princesa a través de un zapato de cristal, por la elección (subjetiva) de un hombre (el príncipe) y con la intermediación de fuerzas mágicas exteriores de las hadas ( ¿las leyes y políticas de discriminación positiva?)...
En mi opinión, el mero hecho de que se pueda establecer este paralelismo es suficiente para apreciar que no es este el camino deseado.
Solo comparto la primera parte, la eliminación de la injusta discriminación que sufre Cenicienta al principio del cuento. Una vez eliminada esta, acción que si compete a los poderes públicos y a la sociedad, Cenicienta no desea ni necesita unos mágicos zapatos de cristal, lo que hará es calzarse unas botas o unas deportivas para escalar por si misma las cumbres que decida alcanzar. Aún más irresponsable resulta pensar en que la cumbre será ocupada por la “elegida” a dedo por un “príncipe” que en el colmo de despropósitos se erija en defensor de los intereses de las mujeres profesionales y paladín de la justicia moral de género.
Lo que no sorprende en absoluto, es que esta ley sea producto del ministerio ocupado por Ángeles González-Sinde.
La Ministra de Cultura, por cierto nombrada en el contexto de las políticas de cupos de género del actual gobierno de España (una nueva demostración de todo lo argumentado hasta ahora), ha desarrollado una actividad rodeada de polémicas en absoluto ideológicas (a diferencia de las que han rodeado a otras ministras).
Entre otras cosa destacaremos su frenética actividad en defensa de los intereses de la SGAE, con planteamientos de difícil comprensión para cualquier ciudadano.
Por ejemplo, ha declarado “El canon son sólo unos céntimos y no compensa la piratería”
Es obvio que se trata de unos céntimo por unidad de producto vendido, pero que acaban representando cientos de miles de euros, una manipulación muy torpe de la realidad.
Por otro lado, si no se sirve para nada...¿por qué no lo ha derogado su ministerio, artífice de su implantación?. Pregunta sin respuesta.
En el sector de las nuevas tecnologías también ha irrumpido como un elefante en una cristalería. Por un lado manifiesta en sus declaraciones una total ignorancia del medio y de su importancia estratégica, tecnológica y económica:
“¿para qué necesitamos todos una línea de ADSL de no sé cuantas gigas? ¿Para mandar e-mails?”
Y, desde esta posición, no tiene ningún problema en amenazar con que uno de sus objetivos es ordenar, regular e intervenir en "ese espacio que es internet" :
Las posiciones de la Ministra de Cultura también resultan de dificil comprensión en otros ámbitos:
“Comparto el disgusto por caza, peleterías y mataderos. Pero no por los toros. Nunca dejan de seducirme,..”
Opinión que tiene todo el derecho del mundo a exponer....pero que resulta sorprendentemente original y de difícil elaboración lógica.
Aunque, en ocasiones, también clarifica mucho las cosas:
“Yo tengo mis ritmos, y no son los de la política....”
Me parece muy bien, aunque quizá lo coherente sería entonces no dedicarse profesionalmente a una actividad claramente política.